José Revueltas: psychology and symbols
Lic. José Ernesto Hernández Bustos
Facultad Letras Españolas Universidad Autónoma de Coahuila
Infoteca Central Unidad Saltillo U.A. de C.
Correo electrónico:
hernandezjose@uadec.edu.mx
CienciaCierta No. 59
Edición Julio – Septiembre 2019
Artículo PDF
Resumen
Amigo de Neruda, polémico, hijo de Santiago Papasquiaro, inteligente, asiduo visitante al Palacio Negro de Lecumberri, rebelde, fértil bajo la sombra y al cobijo del sol… mortal. Aquí un breve acercamiento al importante legado literario de José Revueltas analizado desde la psicología y el simbolismo.
PALABRAS CLAVES: Ojos, decapitación, Dios.
Abstract
Friend of Neruda, controversial, son of Santiago Papasquiaro, intelligent, regular visitor of the Black Palace of Lecumberri, rebellious, fertile under the shade and shelter of the sun… mortal: here a brief approach to the important literary legacy of José Revueltas analyzed from the psychology and symbolism.
Keywords: Eyes, decapitation, God.
Introducción
El estigma persigue a los grandes hombres: su carácter y personalidad crean tempestades a su alrededor. Los contextos forman, destruyen, transforman -y justo ahí- en el centro del laberinto: la pintura, la música, la poesía, la tinta, el arte y las ideas.
Entonces las voces profundas, íntimas y cómplices se dejan escuchar: la piedra, la bilis, el puño cerrado, el veneno, la sangre. Veladas las armas: la espada, la lengua, el filoso lápiz, el dedo flamígero, el lenguaje. Luego, con las manos abiertas, José Revueltas ofreciendo a los demás hombres sus palabras, pensamientos y su mundo… con sus respectivas mariposas y torbellinos.
¿Conoces la agonía del artista
al instante fatal que inspira y crea?
Franz Tamayo
En la preliminar a Los Muros de Agua cuenta José Revueltas que al acudir al leprosario de Guadalajara por una invitación del doctor B. en 1955, no veía en los ahí recluidos la lepra, es decir, la enfermedad, hasta que después de cierto lapso de tiempo -y observación- por fin pudo darse cuenta a lo que se estaba enfrentando y a su crueldad. Pero nuestro autor tuvo una fijación específica en el cuerpo de los enfermos: los ojos. Desde este momento el término ojos lo tomo como palabra clave.
Al leer y analizar los textos del autor duranguenselogré percatarme que recurre de forma constante al uso de elementos que remiten al sentido de la vista: ciego, claraboya, farol, luz, espejo, mirada, ilusionesópticas, espejismo, ojillos, invisibles, ojos reflejo del espíritu, ojos como espejo del alma, asociaciones visuales, mirada, estrella, ojos de pescado, estrabismo, luciérnagas y luna. Los anteriores ejemplos, el autor los utiliza constantemente en su obra tal vez en un acto inconsciente y de fijación.
Revueltas menciona de forma insistente la ceguera en el texto Dormir en Tierra cuando escribe: “Las gruesas olas se desplazaban en masas profundas, empujadas desde abajo por los hombros de un gigante ciego, algún dios condenado a ese castigo para siempre” […] “He aquí pues el retrato de Medarda con el rostro vacío. Es peor que si le hubieran sacado los ojos; ella es la que no me ve. Ella, ella, Medarda” (Revueltas, 1978).
En El luto humano el autor aplica la misma fórmula: “Úrsulo salió entonces a la noche, sujetándose el jorongo y experimentó la impresión de haber penetrado en un gran ojo oscuro, de ciego furioso” […] “Pequeño, ligeramente desconfiado, el cura miraba con atención a los dos hombres, sin comprenderlos, tan iguales y diferentes a la vez. Adán sin ojos, el rostro feo, huidiza la frente, el pelo duro y brutal” (Revueltas, 1980).
La constante repetición de términos en la obra del autor que evocan a la vista o a los ojos pudiera tratarse de una castración positiva, esto es, que la castración se mueve en dos planos: el trofeo fálico (circuncisión) y el trofeo de la cabeza. Recordemos que en las sociedades arcaicas la práctica de arrancar corazones, cráneos (tsantsa) y cabelleras era frecuente, y donde, presumiblemente, al cortar dichos miembros se transmitía o se anulaba el poder de la víctima: “Y ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas, y llamó a un hombre, quien le rapó las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó de él […] Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel […] Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado” Jueces, 16: 19-21-22 (Biblia). Recordemos también que en la antigüedad los grandes pensadores y profetas manifestaban su sabiduría (a propósito de la cabeza) cuando poseían el pelo largo, canas y calvicie. En el caso específico de Revueltas, se pretende “decapitarlo” en sus ideas y su arte, aunque sin éxito. Cuando el filósofo Sócrates emite su famosa frase del «Sólo sé que no se nada», finge poseer ignorancia y locura, esto es, sufre una «auto-decapitación mental». Las ideas histórico―literarias de locura (Hamlet y Ofelia); aparentar ser mendigos (Diógenes el Cínico) o Nadie (Ulises); pobres (San Francisco de Asís) o practicar el juego disfraz-máscara (El Conde de Montecristo de A. Dumas y La Importancia de llamarse Ernesto o de ser honrado de O. Wilde) y que son tan sólo una evasión momentánea a la propia personalidad, son remotas, aunque con Revueltas presenciamos una especie de decapitación impuesta por el Estado y de encierros forzosos que le adjudicaron por sus ideales y enérgico discurso; aunque esto representaría una especie de amputación, sería de orden positivo para su productividad literaria pues la inspiración del autor siguió fluyendo. La última “beca” de Revueltas (como irónicamente decía) se la otorgó el Estado en la cárcel de Lecumberri: allí escribió El apando, obra dedicada a Pablo Neruda, autor chileno que redactó una carta (Febrero de 1969) que dirigió al entonces presidente de México Gustavo Díaz Ordaz en la que exigía su libertad y hablaba de las virtudes y el privilegio de: “Tener una familia como los Revueltas en un país tan creativo como el nuestro” (Leyva, 1999).
En El Apando el autor vuelve a la idea cuando menciona a hombres y entidades que fueron decapitadas, según la historia:
“Uno primero y otros después, los dos monos vistos, tomados desde arriba del segundo piso por aquella cabeza que no podía disponer sino de un sólo ojo para mirarlos, la cabeza sobre la charola de Salomé, fuera del postigo, la cabeza parlante de las ferias, desprendida del tronco, -igual que en las ferias, la cabeza que adivina el porvenir y declama versos, la cabeza de Bautista- […] en este caso Albino, el Bautista en turno, sobre la bandeja […] Meche se había lanzado sobre la cabeza de Albino y la cubría de besos por todas partes, en las orejas, en los ojos, en la nariz a la mitad de los labios, sin que la cabeza de Holofernes acertara a moverse”. (Revueltas, 1969).
Luego, en El material de los sueños, un dirigente con problemas dipsómanos intenta suicidarse poniendo la cabeza en los rieles del tren, pero una prostituta, amiga de él, lo salva. Pero cuando leemos: “El mundo del ciego no es la noche que la gente supone. En todo caso estoy hablando en mi nombre y en nombre de mi padre y de mi abuela, que murieron ciegos; ciegos, sonrientes y valerosos, como yo también espero morir. Se heredan muchas cosas (la ceguera, por ejemplo), pero no se hereda el valor. Sé que fueron valientes” (Borges, 2001) es necesario recurrir al libro: Los fenómenos fantásticos de la visión para esclarecer más la cuestión de la ceguera:
“Si en el hombre libre de prejuicios la vida propia de la sensualidad, el juego de la fantasía poética, lo que en todos los hombres en el sueño no parece ya maravilloso, en la historia es execrado o venerado según la naturaleza de su objeto. Los espectros y los demonios de todos los tiempos, la visión divina de los ascetas, las apariciones de espíritus de los magos, el objeto de los sueños y las visiones fantásticas de la fiebre […] Tan sólo el objeto es diferente según la dirección de la fantasía excéntrica: para el visionario religioso, una visión celestial; para el medroso, un fantasma pavoroso; para la mujer lasciva, supersticiosa, la saliva del demonio[…] para el artista, un ídolo celestial, que desde hacía largo tiempo pretendía conseguir”. (Muller, 1946).
Aunque también habría que recordar la Introducción al Psicoanálisis de S. Freud donde se menciona que el conocimiento del símbolo que posee el sujeto es inconsciente, por lo tanto, eso sería que: “Dicho conocimiento lo extraemos de diversas fuentes, tales como las fábulas, los mitos, el folklore o estudio de las costumbres, usos, proverbios y cantos de los diferentes pueblos, y por último, del lenguaje poético y del lenguaje común” (Freud, 1958). De aquí parte la relación constante de los artistas con temas mitológicos, leyendas e historias que ayudan a los psicoanalistas a entrever la situación mental en ellos, esto es, las fobias, filias, manías y complejos. Aquí radica de forma sustancial la libertad con la que los artistas crean, destruyen o se contradicen; pero también en cómo utilizan los signos, lugares comunes y símbolos para transmitirlos u ocultarlos al lector. Recordemos que la acción lingüística consiste en persuadir e inducir comportamientos y el acto lingüístico cumple la función de otorgar sentido.
Según la teoría psicoanalítica freudiana, la amenaza de castración es uno de los detonantes para la resolución de los triángulos edípicos, pues el amor que el hijo siente por la madre (Sociedad-Iglesia) y el odio que profesa al padre (Dios-Gobierno) es entonces la obstaculización para realizar su deseo, aunque también para delinear ciertos comportamientos, esto es, que al menos en Revueltas por su condición política, crea en su obra rasgos de tipo edípicos, pues transgrede la ley y va contra Dios mismo, es decir, vulnerando normas e instituciones como lo son el Estado, Sociedad e Iglesia. Decían los antiguos comunistas no creer en la familia, el Estado y la religión, siendo desde un punto de vista psicológico, el “Síndrome del muchacho eterno” ﴾puera eternus﴿ que se refiere a la incapacidad de mantener o buscar una relación formal, duradera y responsable, es decir, concretar una vida adulta. Aunque posiblemente lo que se percibe es que al igual que el cristianismo, el autor duranguense, también ofrezca sus esfuerzos, vida y pensamientos a sus prójimos, esto sería, la búsqueda simbólica de la permanencia por sus obras -aún preso- como artista e intelectual progresista.
El duranguense ofrece este ejemplo de desacuerdo con la religión y autoridad en su texto Dios en la Tierra cuando dice:
“Todas las puertas cerradas en nombre de Dios. Toda la locura y la terquedad del mundo en nombre de Dios. Dios de los ejércitos; Dios de los dientes apretados; Dios fuerte y terrible, hostil y sordo, de piedra ardiendo, de sangre helada […] ¡Y cómo son los soldados! Tienen unos rostros morenos, de tierra labrantía, tiernos, y unos gestos de niños inconscientemente crueles. Su autoridad no les viene de nada. La tomaron en préstamo quién sabe de dónde y prefieren morir, como si fueran de paso por todos los lugares y les diera un poco de vergüenza todo”. (Revueltas, 2002).
La represión política y el encarcelamiento que padeció el autor norteño demuestran claramente el tipo de castración que tuvo que padecer. Si bien los títulos de las obras funcionan como indicios para dilucidar el tema que tratará el autor, en Los Errores hace notar las fricciones entre los grupos comunistas y los ojos nuevamente:
“Al volver boca arriba el cuerpo de su víctima, Olegario reconoció en aquel muchacho acribillado a tiros el rostro de El Niágara. El ojo de la catarata tenía los parpados juntos, unidos por el cemento de la sangre y la tierra, semejante al ojo de un feto. Pero el ojo sano estaba sin cerrar, mirando con aire de estupefacción, vivo y terrible, entero y con asombro, sin que acertara a dar crédito a su muerte todavía […] Con ese crimen mataban al partido: con ese y los demás crímenes cometidos, en cualquier parte que fuese del mundo, los jefes habían asesinado al partido comunista. La única resurrección posible sólo podía residir en la verdad, en la libertad, en el hombre y en el castigo”. (Revueltas, 1979).
Estar recluidos en diferentes espacios físicos y mentales conlleva a pensar en una constante lucha contra determinadas leyes o imposiciones ya sean éstas: morales, políticas, sociales o artísticas. Los poets maudits, enfants terribles o bien los pensadores incómodos para “los sistemas” suelen encontrarse en ciertos “espacios específicos”. Pero derivado del narcisismo y la reclusión, voluntaria o forzada, pregunto lector: ¿Acaso Oscar Wilde no tiene un referente narcisista en su obra Retrato de Dorian Gray, y otro, referente a la decapitación en su obra teatral Salomé? Y es que acaso, Sor Juana Inés de la Cruz ¿No tiene su Divino Narciso? Luego, Benvenuto Cellini, el escultor italiano, tiene su famosa pieza Perseo símbolo emblemático de la decapitación. Salvador Dalí también escribió un pequeño poema referente a Narciso. Lo que coincide y sorprende en los anteriores artistas mencionados es que al igual que José Revueltas, Oscar Wilde estuvo preso, Benvenuto Cellini fue recluido, Salvador Dalí posiblemente por los rasgos y símbolos encontrados en sus pinturas encarcelado en una especie de histeria creadora y Sor Juana Inés de la Cruz enclaustrada en el convento con sus hermanas religiosas. Esta idea de la poetisa mexicana la retomo de mi ensayo (Hernández, 2018). En la obra Cárcel de Amor donde en el prólogo se aclara fue autobiográfica, es decir, donde el infortunado amor de Leriano por Laureola, quizás encubría el de Diego de San Pedro (autor de dicha obra) por una dama de la corte isabelina. Dado el conflicto de castas en la época, el prejuicio socio-religioso explicaría el rechazo que sufrió el escritor y su posterior arrepentimiento por haber escrito la obra que fue considerada de orden erótico―caballeresca.
“Así de amor me vencí que me trajo a esta su casa, la cual se llama Cárcel de Amor; y como nunca perdona, viendo desplegadas las velas de mi deseo, púsome en el estado que ves. Y porque puedas notar mejor su fundamento y todo lo que has visto, debes saber que aquella piedra sobre quien la prisión está fundada es mi fe, que determinó de sufrir el dolor de su pena por bien de su mal. Los cuatro pilares que asientan sobre ella son mi entendimiento y mi razón y mi memoria y mi voluntad”. (De San Pedro, 1979).
En los ejemplos anteriores cabe resaltar que la castración-reclusión no fue meramente física, sino que a nuestros autores se les anuló de alguna manera su labor intelectual, política y sexual. Estas líneas nos envían a la nota del libro El matrimonio del Cielo y el Infierno donde se lee: “La razón por la cual Milton escribió maniatado al referirse a los Ángeles y a Dios y libremente al tratar de los Demonios y del Infierno radica en que era un verdadero Poeta y del partido de los Demonios, sin saberlo” (Blake, 1986).
Un símbolo que remite al órgano sexual femenino en la obra del autor es el barco que remite al “símbolo habitación” (Freud, 1958). En Dormir en Tierra, Ulalio, -el hijo de la Chunca- es el único sobreviviente de un naufragio en el pequeño barco de nombre Tritón: recordemos que “Anfitrite le dio tres hijos a Poseidón: Tritón, Rode y Bentesicime” (Graves, 1996). A bordo del navío -dice Revueltas- ordena un capitán con un total estrabismo en un ojo que no acepta, al principio, la presencia del niño. El barco naufraga y el infante es el único sobreviviente. S. Freud dice que el barco es una cavidad relacionada al aparato genital de la mujer. De esta forma tenemos que la idea de la resurrección se presenta por medio de ejemplos como el de Jonás que después de tres días sale de la ballena, del simbolismo que guarda San Juan Bautista y la concha benditera (sumergirse y emerger en las aguas), el arca de Noé, el hijo pródigo que vuelve a casa después de viajar por las “turbias aguas”. El elemento agua es un factor de creación desde el mismo útero femenino―ad uterum― esto es, que entre las aguas se busca la matriz cósmica (cesta matriz), esto es, que el barco (en forma de ave o pez) en su faceta regeneradora, iguala el papel del ave Fénix que renace del fuego, así como en algunas culturas lo son la cigüeña, la paloma (en el Arca de Noé) y la golondrina llamada Esperanza que sale de la “Caja de Pandora” (Hesíodo, 1986).
Renacer en el vientre simbólico es un tema sugerido en la obra de Revueltas y que dilucida el afán creador constante del autor, es decir, al tomar estos símbolos de nacimiento―muerte―resurrección (Eros-Tánatos) el autor resurge de la tierra con sus ideas, con sus textos, que liberan su yo-activo, es decir, los aspectos intelectual y político. En El Apando al personaje de El Carajo le faltaba el ojo derecho, aunque luego, y por su afición a las drogas, pretende y urde un plan para que su madre sea la vía para abastecerlo de las sustancias al interior del penal: “El paquetito para alimentarle el vicio a su hijo, como antes en el vientre, también dentro de ella, lo había nutrido de vida, del horrible vicio de vivir, de arrastrarse, de desmoronarse como el Carajo se desmoronaba” (Revueltas, 1969). El autor duranguense hace referencia a la droga, siendo entonces que la idea no es regenerativa, sino destructiva ¿Por qué el autor tiene esa fijación de devorar a la madre en su obra literaria? En El sino del escorpión escribe sobre esta especie:
“Se ven en la necesidad de vivir bajo las piedras húmedas y entre las hendiduras de los edificios, en los rincones sin luz, una vida enormemente secreta y nostálgica, después de haber devorado a su madre […] se pasan escuchando lo que ocurre en el mundo […] en los lavaderos donde las mujeres reprenden a los niños, y los niños de pecho devoran a sus madres apenas sin sentirlo” (Revueltas, 2014).
Un sustituto del miembro masculino es el pie. Por eso la famosa adivinanza de la Esfinge refiere al tributo (nuestra muerte) que se pagará a la tierra, pues el hombre utiliza, a lo largo de su vida, símbolos fálicos como lo son los brazos, piernas y bastón en estrecha relación con la vuelta inevitable a la madre tierra. En Introducción al Psicoanálisis se sugiere que las sustituciones simbólicas del miembro son también: el bastón, paraguas, tallos, árboles (Freud, 1958). Aunque también encontramos una versión muy interesante sobre las serpientes y el falo en el libro La filosofía del Renacimiento, donde se explica:
“Con todo, aunque la serpiente simboliza a veces ―como en Agripa― el coito bestial, su bisexualidad, ligada a sus orígenes angélicos, permite denominarla virgen y precisamente su juego secreto, transmitido de hembra en hembra, se revela en María, y en todo renacido, verdadera criatura virginal, pero por el quebrantamiento de su cabeza ha perdido su carácter fálico” (Gandillac, 1982).
El origen angélico de la serpiente lo encontramos en la obra El Diablo: “Isaías vio, en una visión dos serafines con sus alas que estaban cerca del Señor. Aunque sabemos que en hebreo Saraf significa quemante y también serpiente y en el sentido de dragón la emplea el mismo Isaías. La serpiente en sí podría ser el ángel caído que andará entre los hombres como se dice en Lucas, X” (Papini, 1971). Esto permite asociar, según el psicoanálisis, la idea castración–decapitación que de forma metafórica se unen, siendo referentes la cabeza del Bautista, Holofernes, así como Perseo y Medusa. Esta última recuerda las serpientes que emergen de su propia cabeza, que renacen al cortarlas, siendo esto la forma de continuos falos naciendo que también representan la sangre brotando, aunque sabemos que también: “Se manifiestan los atributos de fertilidad con que dotan a la sangre y al pene, órgano que no sólo fertiliza a la mujer, sino también a la tierra, pues ambas son asimilables a partir de sus funciones reproductoras. De esta manera, la decapitación ejecutada como un ritual de fertilidad se puede concebir como una castración positiva” (Echeverría- López, 2019).
Un aspecto importante encontramos cuando el autor norteño menciona en varias de sus obras el concepto tierra: Los días terrenales, Dios en la tierra y Dormir en tierra siendo que la idea simbólica de tierra es la del monstruo devorador que con sus fauces abiertas simula “una vagina dentada” ávida de líquido vital (sangre-esperma) idéntico al «sudor fecundador» de Adán y sus faenas, que nos remite -también- a la mezcla ancestral e histórica de la arcilla y el agua. La tierra y el agua como elementos claves en los ciclos agrícolas donde se guarda en lo más profundo los actos humanos de vida-muerte-resurrección; nacer del barro, de la “madre tierra” (Freud, 1958), y al final, “pulvis es et in pulverum reverteris” Génesis 3:19 (Biblia). En lenguaje coloquial: nace la flor, los mejores abriles, el verde es vida; las frutas y flores maduras y activas (sexuales: manzanas, cerezas; las tunas y el rosal elementos espinosos y prohibidos); luego el otoño y las hojas que caen; el invierno y la posterior muerte. “Murió la flor” -dicen los poetas- con toda la carga semántica-psicológica, amorosa y sexual que la frase representa. (Sobre las distintas formas de muerte véase el libro: Antropología de la muerte de Louis Vincent Thomas).
Sabemos, según la psicología y los sueños, que el término monte es un símbolo femenino y de acto sexual, es decir, un deseo de unión. José Revueltas tiene un personaje de nombre Sinani en su obra Los Errores que remite, como anagrama, al monte Sinaí; luego en El Quebranto menciona la obra El conde de Montecristo; sigue con Muros de Agua donde los guardias de la isla andaban buscando a dos remontados. Luego termina esta misma obra en lo alto de un monte donde los personajes de Marcos y Ernesto esperan a Rosario ﴾siendo estos amigos y rivales de amor por Rosario﴿, aunque en El Apando aparece lo siguiente que da cuenta clara de la sexualidad que contiene el término monte: “Tenía tatuada en el bajo vientre una figura hindú -que en un burdel de cierto puerto indostano, conforme a su relato, le dibujara el eunuco de la casa, perteneciente a una secta esotérica de nombre impronunciable” (Revueltas, 1969(.
Referente al término monte, explico:
“Detrás de la iglesia (vagina) había una montaña (mons veneris), cubierta, en su cima, de espeso bosque (pubis) […] De la iglesia a la montaña se extendía un camino bordeado de matorrales que se iban haciendo cada vez más espesos, hasta convertirse en un verdadero bosque al llegar a la cima […] Los escalones, escalas y escaleras y el subir y bajar por éstas, son representaciones simbólicas del acto sexual” (Freud, 1956).
Y como sabemos en Anatomía recordamos con lo anterior el Monte de Venus. Con esto queda aclarado el término monte.
La estrecha relación de los elementos ceguera, decapitación, encierro y tierra son formas de reproducción (seminal) donde al caer los miembros del cuerpo -o los sentidos- se crea, y, por lo tanto, se produce. Lo anterior se puede esclarecer con el libro: Filosofía de la coquetería donde se explica:
“El genio tiene algo de feminidad. Sin duda se refiere esta semejanza no sólo a la creación de la obra, cuya inconsciente gestación, alimentada por la personalidad toda, guarda cierta analogía con el desarrollo del niño en el seno de la madre, sino también a la unidad apriorística de la vida y la idea, a esa unidad en que reside la esencia femenina y que el genio repite en su grado máximo y productivo” (Simmel, 1924).
La castración-decapitación-ceguera representarían, como símil, la otra terna: nacimiento-muerte-resurrección de igual forma como se descifran y comprenden los simbolismos e historias bíblicas de San Juan Bautista y Lázaro, el ciego. Del «encierro» dan cuenta Jonás, Noé y su arca y en cuestiones filosóficas, esto nos conduce a evocar «la cueva de Platón» y el renacimiento del hombre nuevo.
Para demostrar que los elementos simbólicos (y concretos) de este trabajo se esclarecen, aún más, propongo un fragmento del libro: Fouché: Retrato de un político:
“El genio creador, sobre todo, necesita temporalmente este aislamiento forzado para medir desde la profundidad de la desesperación, desde la lejanía del destierro, el horizonte y la altura de su verdadera misión. Los más altos mensajes de la Humanidad han venido del destierro; los creadores de las grandes religiones: Moisés, Cristo, Mahoma, Buda, todos tuvieron que entrar en el silencio del desierto, en “el no estar entre los hombres”, antes de pronunciar palabra decisiva. La ceguera de Milton, la sordera de Beethoven, la cárcel de Dostoievski, la prisión de Cervantes, el encierro de Lutero en la Wartburg, el destierro de Dante y la expatriación voluntaria de Nietzsche a las zonas heladas de la Engadina, fueron exigencias del propio genio, ordenadas secretamente contra la voluntad despierta del hombre mismo […] Nada debilita tanto al artista, al General, al hombre de poder, como el éxito permanente a voluntad y deseo” (Zweig, 1995).
Interesante es pensar -actualmente- en la peculiar inspiración como la de José Revueltas enclaustrado y contemplando la luz natural parcialmente, fenómeno que simbólicamente se entrelaza con los elementos reunidos y analizados en este trabajo atendiendo que parte importante de la obra del escritor duranguense se realizó en penumbras y encierro, bajo el techo del Palacio Negro de Lecumberri y en la soledad de las Islas Marías que guardaron, de forma simbólica y real, el impedimento a palpar la luz exterior, es decir, la ceguera-oscuridad concedida por la reclusión, nuestro coterráneo la transformó en una especie de “salida luminosa”, igual a un lance estoico y a un acto meramente de sacrificium intellectus.
NOTA FINAL. ¿Recuerda -lector- el artículo de José Revueltas Ensayo sobre un proletariado sin cabeza?
Bibliográfia
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