Lic. José Ernesto Hernández Bustos
Egresado de Facultad Letras Españolas Universidad Autónoma de Coahuila
Colaborador Infoteca Central Unidad Saltillo de UA de C.
Correo electrónico: hernandezjose@ uadec.edu.mx
CienciaCierta No. 54
Abril-Junio 2018
Artículo PDF
Resumen
Este artículo está basado en la obra literaria del autor argentino Jorge Luis Borges. En este trabajo se han utilizado herramientas de análisis como lo son la hermenéutica, el simbolismo, la semántica, la numerología y la Cábala. El juego de palabras y cifras es una constante en la obra del argentino, por ello, es preciso leer con atención cada línea escrita y cada idea. Al leer a profundidad los textos de Borges, el lector se vuelve a la vez una especie de prestidigitador.
Palabras clave: Temurah, Cábala, numerología.
Abstract
This article is based on the literary work of the argentine author Jorge Luis Borges. In this work, analysis tools have been used, such as hermeneutics, symbolism, semantics, numerology and Cabbalah. The game of words and figures is a constant in the work of the argentine, therefore, it is necessary to carefully read each written line, each idea. By reading in depth the texts of Borges, the reader becomes at the same time a conjurer.
Key words: Temurah, Cabbalah, numerology.
Introducción
Leer a Jorge Luis Borges no es tarea fácil. Lo que la vista le vedó del mundo exterior se lo premió con memoria: prodigioso instrumento. Bibliotecario, sabía de los laberintos, escaleras y muros (tangibles y simbólicos) con los que convive el Conocimiento. Erudito, jugaba con lo real y lo ficticio: metáforas de la historia y sus libros. Borges, sentado y paciente, frente a la oralidad y la perpetua memoria: brazos de mármol de los grandes maestros y ciegos.
«Tú que me lees,
¿estás seguro de entender mi lenguaje?»
La Biblioteca de Babel
Jorge Luis Borges
La cábala hebrea tardo medieval, relacionada con la vía de las Sefirot, pero claramente diferenciada de ella, elaboró una segunda estrategia de meditación mística conocida como Sendero de los nombres (Recordemos que J. L. Borges (1899-1986) posee el texto El jardín de senderos que se bifurcan). Su idea central consistía en que, escrito directamente por Dios, el texto de la revelación debía ser necesariamente perfecto bajo cualquier punto de vista. Así, toda la verdad está contenida en las palabras de la Biblia: no sólo los dogmas de la teología, sino también el conocimiento científico y natural. Cada pregunta formulada por el hombre puede encontrar su respuesta definitiva en la Biblia. Y si dichas verdades no son demasiado evidentes, la culpa no la tiene el libro, sino que debe buscarse en una lectura imperfecta y, por ello, incapaz de aprehender el sentido más profundo del texto. Así pues, para descubrir lo que crípticamente se oculta en el texto es necesario experimentar nuevos y audaces modos de lectura, sin desechar ninguna de las posibles por extraña o alejada de la norma que resulte. Para los cabalistas, por ejemplo, no era en absoluto insensato iniciar la lectura desde la última palabra y avanzar la lectura en dirección contraria hasta llegar a la primera, o bien, leer una palabra y desechar la siguiente. Los métodos más empleados eran tres: 1.- El «notariqon» que consistía en sustituir cada letra de una palabra por la inicial de otra palabra. 2.- La «temurah» que consistía en la inversión de las letras de una palabra hasta lograr la composición de otra palabra de distinto significado. 3.-La «gematría» o sendero de los nombres, que era la técnica más empleada y de mayor complejidad. Se basaba en la equivalencia entre palabras y números.
Recurro al texto El Informe de Brodie (1970) para justificar lo anterior escrito, para lo cual tomaré algunas líneas de éste y algunos otros textos borgianos para realizar los siguientes análisis. Las premisas del Informe son éstas:
1).- Solían agarrar por la hoja mi cuchillo de monte. (Borges, Poesía y prosa, p. 119.)
2).- La reina, sin una palabra, sonríe. (Ibíd. p. 121).
La posición del “cómo se sujeta” el cuchillo y de la oración misma nos conduce a pensar en un “comienzo” que se dirige desde el fin hacia el principio (• ¬). Esto se explica analizando la segunda premisa desmembrando en dos partes la referida oración:
×La REINA ×sin una palabra SONRÍE.
Se tiene solamente las dos partes en mayúsculas y resaltadas en color negro. Ahora alternemos las dos partes iniciales de ambas palabras:
Rei na Son ríe
ríe ← son
Con esta permutación de las partes se conforma la palabra Sonríe. Ahora propongo el otro factor.
Rei na Son ríe
na ← ríe
La unión de los segundos elementos ha conformado (dirección derecha-izquierda) el término Reina. Esto comprueba, de forma fehaciente, que Borges “juega literalmente” con el lenguaje utilizando el recurso de la temurah de la cábala hebrea, recordando que la oración original es: «La reina, sin una palabra, sonríe», obviando la ironía y el descarte automático de la frase «sin una palabra».
Otro ejemplo de temurah en el Informe se presenta comparando la oración: «No nos maravillemos con exceso; en nuestra lengua, el verbo to cleave vale por hendir y adherir» (Borges, Informe de Brodie, p. 121), con la siguiente frase del poema Irlanda (1984) escrito por el argentino:
Pienso en dos máximos poetas barrocos, Yeats y Joyce, que usaron la prosa o el verso para un mismo fin, la belleza. Pienso en George Moore, que en “Ave atque Vale” creó un nuevo género literario, lo cual no importa, pero lo hizo deliciosamente, lo cual es mucho. (Borges, cita directa, 1984).
Ambas frases se entrelazan cuando unimos to cleave vale del Informe con Ave atque Vale del poema Irlanda. Si observamos de forma detenida ambas frases poseen las mismas vocales y rima coincidiendo en una especie de anagrama. Cabe señalar que la frase «Ave atque vale» forma parte del conocido poema 101 Carmina de Cayo Valerio Catulo cuya traducción es relativa a una despedida que dice: «Y en la eternidad, hermano, saludarte y despedirme».
Pero esto no termina aquí. Borges en su texto El Inmortal escribe sobre el anticuario Joseph Cartaphilus que ofreció a la princesa de Lucinge seis volúmenes en cuarto menor de la Ilíada de Pope. En la historia existe el personaje principal Marco Flaminio Rufo, tribuno militar de las legiones de Roma, donde se relatan sus «andanzas». Solo me referiré a una línea del texto donde se puede leer:
El troglodita me precedió; esa noche concebí el propósito de enseñarle a reconocer, y acaso a repetir, algunas palabras. El perro y el caballo (reflexioné) son capaces de lo primero; muchas aves, como el ruiseñor de los Césares de lo último. (Borges, El Inmortal, p. 40).
El autor al referirse a “lo último” es a la muerte (comparación con el canto mortuorio de la golondrina y con los idus de marzo de César) puesto que si relacionamos el ave nos conduce a pensar en el Coliseo: Ave Cesar morituri te salutant, palabras que, según Suetonio, pronunciaban los gladiadores romanos desfilando, antes del combate, delante del palco imperial. (Larousse, p. 111).
El recurso de la temurah no sólo se observa en este texto borgiano. En la Lotería en Babilonia (1941) se puede leer lo siguiente: «Había ciertos leones de piedra, había una letrina sagrada llamada Qaphqa, había unas grietas en un polvoriento acueducto que, según opinión general, daban a la Compañía». La solución para este enigma es realizar la transmutación de cuatro letras. Separemos en tres sílabas el término Qa- ph- qa luego al “castellanizar” nos resulta Ka- f -ka esto se puede leer en ambas direcciones (« frase palíndroma) y permite relacionarlo con el autor Franz Kafka que como sabemos el autor posee un ensayo sobre él: Kafka y sus precursores, (1952).
El autor argentino en su libro Siete Noches (1980) -específicamente- en el breve texto La Cábala nos dice relativo a lo anterior y aclarando dudas:
Luego se puede leer el texto (para usar la palabra griega) boustróphedon: es decir, de derecha a izquierda, luego de izquierda a derecha. También cabe atribuir a las letras un valor numérico. Todo esto forma una criptografía, puede ser descifrado y los resultados son atendibles, ya que tienen que haber sido previstos por la inteligencia de Dios, que es infinita […] ya que desdichadamente es necesaria la creación del mundo, tenemos diez emanaciones, las Sephirot que surgen de Él, pero que no son posteriores a Él […] El texto nos dice que corresponden a los dedos de la mano. La primera emanación se llama la Corona y es comparable a un rayo que surge del En Soph, un rayo de luz que no lo disminuye, un ser ilimitado al que no se puede disminuir. De la Corona surge otra emanación, de ésa, otra, de ésa otra, y así hasta completar diez. (Borges, Siete noches, pp.131-132-133).

El árbol de la Sefirot es una estructura de carácter arquitectónico formada por estaciones diferenciadas por un nombre, una letra del alfabeto, una cifra y por una red de correspondencias mágicas. (Umberto Eco toma los diez nombres que conforman esta figura para dar forma a su libro El Péndulo de Foucault, 1988). La Sefirot consta de 10 nombres de los estadios místicos recorridos: Malkuth (reino); Yesod (fundamento); Hod (esplendor); Netzach (firmeza); Tiferet (belleza); Gevurah (juicio); Chesed (amor); Binah (inteligencia); Chakhmah (sabiduría) y Keter (corona excelsa). Tiene además 22 canales o vías que interrelacionan a todo este esquema. Según A. Kircher (Oedipusaegyptiacus, 1652) cada Sefirot tiene asociada una jerarquía determinada de ángeles, cuya función consiste en ayudar a entrar en relación con ellos mediante las oportunas invocaciones y prácticas rituales. Los 10 nombres y las 22 vías nos resultan 32; cifra igual a la de la biblioteca de Borges.
Moisés de León en el Zohar dice:
Con 32 Vías Maravillosas de Sabiduría, Yaveh Dios de los Ejércitos, Señor Viviente y Rey del Universo, Dios Omnipotente y Misericordioso, Clemente y Excelso y que reside en lo Alto y cuyo Nombre es Sagrado, grabó y creó su mundo. Con diez Sefirot y 22 letras Fundamentales las grabó, las plasmó, las combinó, las sopesó, las permutó y formó con ellas todo lo Creado y todo aquello que ha de formarse en el futuro. (Sefer Yetzira. Libro della Formazione, 1981: pp.19-29).
Luego en La biblioteca de Babel (1941) leemos: «En algún anaquel de algún hexágono debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás. Cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página de cuarenta renglones». (Borges, Poesía y prosa, 1979). La suma de 410 páginas más 40, nos resulta la cantidad de 450 páginas. En las sagradas escrituras observamos:
Ajab convocó a todo Israel al Monte Carmelo y también reunió a los profetas. Elías se acercó al pueblo amenazante y dijo ¿Hasta cuándo saltarán de un pie al otro? Si Yavé es Dios, síganlo; si lo es Baal síganlo. Luego dirigiéndose nuevamente al pueblo dijo: Soy el único que queda de los profetas de Yavé, y ustedes ven aquí a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal. (Reyes, 18:23).
Continua, dentro de la Biblioteca: «A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles: cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme». (Borges, Poesía y prosa, p. 16). Luego en el texto bíblico leemos: «Ben- Hadad, rey de Aram, reunió a todo su ejército. Tenía a su lado a treinta y dos reyes, caballos y carros cuando salió para sitiar a Samaría con el fin de apoderarse de ella». (Reyes, 20:1).
Pudiera pensar -el lector- que recurro a una gran conjetura dirigirme en este análisis hacia la Biblia específicamente al libro de Reyes, pero nuestro autor ofrece indicios en el texto La Esfera de Pascal (1951): «El cielo, el cielo de los cielos, no te contiene, dijo Salomón (I, Reyes, 8, 27); la metáfora geométrica de la esfera hubo de parecer una glosa de esas palabras». (Borges, Nueva antología personal, p.160).
Lo anterior, sin olvidar que en la Biblia se fragua la construcción, no de un laberinto, sino del templo de Salomón: «La entrada de la galería inferior estaba al lado derecho de la Casa. A la galería intermedia se subía por escaleras y de allí, a la galería superior». (Reyes, I, 6,8).
En El Libro de arena (1975) de Borges se presenta esta fórmula cabalística pero en forma de números. El autor dice:
Lo abrí al azar. Los caracteres me eran extraños. Las páginas, que me parecieron gastadas y de pobre tipografía, estaban impresas a dos columnas a la manera de una biblia. El texto era apretado y estaba ordenado en versículos. En el ángulo superior de las páginas había cifras arábigas. Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras […] Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin (Cita directa).
La cifra 40.514 se puede separar en tres nueves:
- 4 (0) 5 Anulando el cero nos da como resultado 4+5 = 9.
- 5 (1) 4 Anulando el 1 suma: 5+4=9.
- 4+1+4=9.
El cero por su no valor no se integra a la suma y al análisis de la frase. Observemos nuevamente la frase: «Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras». Al observar detenidamente la «página par» a la que se refiere el autor es la primera cifra 40.514, y la «página impar» la 999. Las ocho cifras es la suma total de dichas partes: 40.514 + 999 =8. Lo interesante aparece cuando invertimos la cifra 999 pues resulta el 666. (Este número nos conduce al Apocalipsis 13:18 donde se lee: «el que tenga inteligencia, calcule el número de la bestia salvaje, porque es un número de hombre»…) Aunque, según la numerología, el número 999 es la cifra de los ángeles. Esto lo corroboro con las líneas que continúan el relato del argentino:
Le pregunté:
– ¿Usted es religioso, sin duda?
-Sí, soy presbiteriano. Mi conciencia está clara. Estoy seguro de no haber estafado al nativo cuando le di la Palabra del Señor a trueque de su libro diabólico […] (Cita directa).
El relato se refiere a un intercambio de Biblias que lleva a cabo un trabajador jubilado de cierta Biblioteca Nacional y un presbiteriano vendedor de libros. La cifra invertida 666 resuelve el enigma cuando intercambian la «Palabra del Señor» y «el libro diabólico». Por lo tanto, la idea del bustróphedon numérico aparece en los anteriores ejemplos, recordando que la temurah «consiste en la inversión de las letras de una palabra hasta lograr la composición de otra palabra de distinto significado».
El bustróphedon numérico podría ser este:
1 |
2 |
3 |
6 |
5 |
4 |
Enfatizando que el total de las sumas de cada columna da como resultado la cantidad de 7. El uroboros (serpiente que se muerde la cola) es la representación simbólica del eterno retorno o movimiento cíclico como lo es el Tiempo. En algunas culturas también representa la muerte voluntaria o suicidio.

Como observamos, la imagen de la serpiente representa el tiempo cíclico, aunque también al símbolo del infinito puesto que ambas formas son idénticas:
∞
Esto trae a la memoria la idea contenida en el Informe de Brodie: «Cuentan con los dedos uno, dos, tres, cuatro, muchos; el infinito empieza en el pulgar». (p.119). Si juntamos el dedo índice y el pulgar creamos un círculo y de forma simbólica nos remite a pensar en el infinito. Cuando Borges se refiere en sus textos a la obra Las Mil y una noches, esta figura se visualiza mejor resaltándola por medio del número [1- 0- 0 -1], esto es, el movimiento y lectura se aprecian en ambos sentidos («), de igual forma si analizamos el título del texto El Informe de Brodie nos resulta que las vocales están armonizadas de esta forma:
Igualmente, esto se repite en el texto “La Esfera” cuando el autor argentino escribe: «El coche lo dejó en el cuatro mil cuatro de esa calle del Noroeste». (Borges, Poesía y prosa, p. 69) puesto que el movimiento y la dirección coinciden en su lectura en ambos sentidos (4-0-0-4) representando el mismo movimiento circular del bustrópedon y la fórmula temurah de la cábala.
Jorge Luis Borges en su texto El espejo de los enigmas (1952) refiere una oración significativa para sustentar que no equivoco el rumbo de este análisis. Observemos con atención:
Esa premisa portentosa de un libro impenetrable a la contingencia, de un libro que es un mecanismo de propósitos infinitos, les movió a permutar las palabras escriturales, a sumar el valor numérico de las letras, a tener en cuenta su forma, a observar las minúsculas y mayúsculas, a buscar acrósticos y anagramas y a otros rigores exegéticos de los que no es difícil burlarse. (Borges, Nueva antología personal, p. 256).
BIBLIOGRAFÍA
Biblia latinoamericana.
Borges, J. L. Nueva Antología personal, Siglo veintiuno editores, México, 1968.
Borges, J. L. Poesía y prosa, PROMEXA, México, 1979.
Borges, J. L. Siete Noches, TIERRA FIRME, México, 1990.
Borges, J. L. El libro de arena, biblio3.url.edu.gt
Borges, J. L. Ficciones, EMECÉ Editores, Argentina, 1958.
Cohen, D. E. La palabra inconclusa, (Siete ensayos sobre cábala), U.N.A.M., México, 1991).
Diccionario Larousse.
Eco, U. En búsqueda de la lengua perfecta, Altaya, Barcelona, 1999.
Eco, U. El péndulo de Foucault, Bompiani- Lumen-Patria, México, 1989.
Sefer, Y. Libro della Formazione, 1981.