Ernesto Hernández Bustos
Infoteca Central Unidad Saltillo
Universidad Autónoma de Coahuila
hernandezjose@uadec.edu.mx
CienciaCierta #53 Enero-Marzo 2018
Todas las tierras son para el sabio su patria,
lo mismo que los mares lo son para los peces.
Adonde quiera que yo vaya me encontraré en mi patria,
de forma que ningún lugar podrá serme,
ni destierro ni extranjero,
ya que el encontrarse a gusto corresponde,
no al lugar, sino al hombre.
Brunetto Latini, maestro de Dante
Se cuenta que Fray Servando Teresa de Mier en su disertación de 1794 no negaba las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Al contrario, las dotaba de un mayor sustento histórico, lo que negaba era que la imagen venerada al unísono, por casi todos los mexicanos, hubiera sido impresa en la tilma de Juan Diego.1 La cuestión no era de fe ni de dogma, sino de apreciación histórica.
El heterodoxo guadalupano (así lo nombró Edmundo O’ Gorman) por su pensamiento sufrió de exilio, condena y cárcel. Fray Servando, ya recluido, alegaba que el obispo no tenía autoridad sobre él, según el Concilio de Trento. A pesar de ello, le confiscaron sus libros, el papel y la tinta 2 elementos y posibilidades meramente intelectuales.
Recordemos otro claustro.
Una vez lo consiguieron con una prelada muy santa y muy cándida que creyó que el estudio era cosa de Inquisición y me mandó que no estudiase. Yo la obedecí […] en cuanto a no tomar libro, que en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo pude hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en las cosas que Dios crió, sirviéndome ellas de letras, y de libro toda esta máquina universal.3

Fuente: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mier.htm
Anterior a estas líneas la Décima Musa aclaraba que la corona de espinas puesta en la frente a Jesucristo fue más dolorosa, aunque antes dice que el triunfo del sabio obtenido con dolor y celebrado con llanto, es el modo de triunfar de la sabiduría. Esto lleva a dilucidar que «quien triunfa sin peligro, triunfa sin gloria». Al igual que Fray Servando nuestra monja erudita padeció la ira de sus opositores. Ser héroe o santo nunca ha sido oficio y tarea fácil, eso lo sabemos. Por eso mismo la Fénix se recluyó en La Celda consciente que aún en ese lugar (y en la cocina) moraba el aprendizaje. Lo interesante radica en que si ella combatía la ignorancia y la misoginia eclesiástica («Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar, que fuera en mí desmedida soberbia, sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y siento». Respuesta a Sor Filotea de la Cruz p. 829) esto la ubicaba, de forma valiente, en una situación similar a David cuando pelea con Goliat (Ver Samuel) recordando que según la leyenda el músico también se recluyó en la Celda de los profetas. La referencia épica (similar a ésta) de Hércules contra los pigmeos es retomada por la monja mexicana insertándola en su Carta Atenagórica. (De la Cruz, p.824).
Luis de León, fraile agustino, se creó enemigos al denunciar en un discurso los aparatosos escándalos monásticos. Profesor de Salamanca, helenista y hebraísta, participó en la revisión de la Biblia. Pero a partir de 1571 se volcaron sobre las universidades investigaciones policiales y denuncias. Entonces Luis de León fue arrestado pasando cinco años en los calabozos de la Inquisición. La leyenda dice que al ser liberado Fray Luis en 1576 y al reiniciar sus cursos en la universidad, dijo serenamente: Decíamos ayer. Autocensurado murió en 1591.4
Teresa de Ahumada, nacida en 1515 en Ávila, fue asidua lectora de libros de caballería. Su obra más importante Las moradas del castillo interior fue publicada en 1577. Las «visiones y voces» desempeñaron un papel innegable en la vida y obra de Santa Teresa. Entre los juegos simbólicos de fuentes, norias, jardines y castillos no se rechazan los fenómenos parapsicológicos, como aquel don de escuchar en castellano los Salmos luego recitados de memoria en latín. (Esto trae a la memoria la «locura*» que padecía la escritora Virginia Woolf. Ella mencionaba que los pájaros cantaban en griego. También podemos recordar a Funes el memorioso personaje al que J. L. Borges da vida y que recitaba en latín extractos de algunos libros que le habían sido prestados). En septiembre de 1565, Teresa de Ávila se encontró en Medina del Campo a un joven religioso, veintisiete años menor que ella, el cual llegaría a ser San Juan de la Cruz. Hijo de un tejedor y una madre viuda prematuramente, fue aprendiz de carpintero, tallador y escultor. Sospechoso de Iluminismo, San Juan fue arrestado en diciembre de 1577 y trasladado al convento no reformado de Toledo donde fue encerrado en una celda que servía de retrete, donde compuso una parte de su Noche oscura y treinta estrofas de su Cántico Espiritual.5
Pero el rostro de la incomprensión y envidia es cruel. Oscar Wilde en su De Profundis escribía:
Siento en mí algo muy escondido, algo así como un tesoro enterrado en un campo desierto, la Humildad. Es lo último que me ha quedado; y lo mejor […] Ahora queda para mí una sola cosa, la humildad absoluta, total.6
Los afectos de Wilde nunca fueron comprendidos por la sociedad victoriana. Pero recordemos que no solamente el autor de El retrato de Dorian Gray fue relegado por las autoridades y la moral. Virginia Woolf buscó en ese «entramado social y prejuicioso» su espacio propio muy personal. Con estos ejemplos observamos que son las ideas del poder las que subyugan a los hombres. Es en sí, la mezcla de las ideas morales con el poder mismo, esto es, de forma oscura los poderosos confunden la idea del Bien con la perfección del hombre. Esto representaría para ellos la «perfección humana», siendo esto, de forma errónea, las ideas contenidas -hace ya siglos- en los mitos del superhombre (F. Nietzsche) y de los superestados (L¢ Etat c¢est moi Luis XIV).

Fuente: https://www.casadellibro.com/ebook-de-profundis-vollstndige-deutsche-ausgabe-ebook/9788026873303/5100608
Complicada empresa es esto de las distinciones puesto que se anteponen los rangos no heredados para elaborar una clasificación, que nos llevaría a considerar (forzosamente) seres humanos menos afortunados. Remitiéndonos a «la lucha del hombre contra el hombre» (el homo hominis lupus es idea original de Plauto retomada luego por T. Hobbes y B. Gracián) diría que la distribución natural no es justa ni injusta. Explico.
Lo que puede ser justo o injusto es el modo en que las instituciones actúan respecto a estos hechos. Las sociedades aristocráticas o de castas, son injustas porque hacen de estas contingencias el fundamento adscriptivo para pertenecer (o no) a clases más o menos cerradas y privilegiadas. La estructura básica de estas sociedades incorpora la arbitrariedad de la naturaleza.7
El infortunio no fue exclusivo de nuestros personajes examinados ni de Oscar Wilde. El título de este ensayo De Profundis, está basado en la tragedia del ser humano. Sabemos que el Salmo 129 contiene esta frase llena de clemencia: De profundis clamavi ad te, Domine; (Desde las profundidades te llamé, oh Señor…). Ahora esto:
Les leí trozos escogidos de la autobiografía de Benvenuto Cellini y parecieron encantados. Me reprocharon que no lo hubiese llevado allí conmigo. Les expliqué que había muerto hacía algún tiempo. 8
Lo anterior fue escrito por Oscar Wilde en su ensayo Impresiones de Yanquilandia y que nos conduce a la autobiografía de Benvenuto Cellini. El Perseo, cuchillo en mano, con la cabeza de la Gorgona en lo alto, parece situarnos, ya, con en este artista. Escultor italiano, Cellini, llevó una vida acomodada, pero azarosa. Muertes, duelos a espada y pistola; el artista Cellini no claudicaba en sus obras a pesar de las desventuras. Cierta ocasión trataron de asesinarlo mezclando con la comida un diamante molido:
Lo cual no es veneno de ninguna clase, pero queda con agudísimas aristas por su gran dureza que al digerirse se incrusta en los cartílagos del estómago y de las tripas[…] perforando el diamante dichas partes y causando la muerte[…] pero quien se encargó de moler dicho diamante era un cierto orfebre aretino enemigo mío llamado Lione […] el Lione aquel se llevó el diamante para molerlo, pero como el hombre era muy pobre y el diamante parecía valer algunas decenas de escudos, entregó unos polvos al guardia diciéndole que eran los que le habían ordenado que me diesen.9
Perseguido por sus enemigos y un capitán, Cellini fue capturado y puesto a las órdenes de sus verdugos, pensando que lo iban a trasladar al Sammalo, considerándose bien librado […] lo condujeron a dicha caverna sin hacerle otro mal. Ya recluido hacía esto:
En cuanto me vi solo canté un De Profundis clamavit, un Misere, e In te Domine speravi. Todo aquel primer día de agosto me lo pasé de fiesta con Dios, lleno siempre el corazón de júbilo, esperanza y fe.10
En 1533 Enrique VIII se casa con Ana Bolena. Tomás Moro (recordemos Utopía) se niega a asistir a la ceremonia, pero escribe al rey para asegurarle su lealtad. La exigencia de un juramento precipita entonces la ruptura entre ambos. Encarcelado en abril de 1534, Moro compone en su calabozo de la Torre de Londres el Diálogo del Consuelo (Dialogue of Confort), consolación estoico-cristiana que hace de la prueba un don gracioso que Dios reserva a sus «mejores amigos.» 11
La frase de Fray Luis de León proferida al salir de su encierro, Decíamos ayer, tiene un referente poco conocido. Los epígrafes son importantes en este caso. Jorge Luis Borges en su texto El milagro secreto utiliza como epígrafe las siguientes líneas del Alcorán II, 261 (Borges p. 33) y que coinciden con las de Fray Luis:
Y Dios lo hizo morir durante cien años y luego lo animó y le dijo:
― ¿Cuánto tiempo has estado aquí?
―Un día o parte de un día, respondió.
En El libro de los filósofos muertos de Simon Critchley se cuenta esta leyenda:
Epiménides fue enviado por su padre al campo a cuidar ovejas. Pero en vez de atender a las ovejas se quedó dormido en una cueva durante cincuenta y siete años. Al despertar fue a buscar las ovejas, convencido de que sólo había dormido una breve siesta. Cuando volvió a su casa […] todo había cambiado, y un nuevo propietario había tomado posesión de la granja del padre de Epiménides. Finalmente consiguió encontrar a su hermano menor, ya convertido en anciano y se enteró de la verdad12.
CAER ES LEVANTARSE. Jorge Luis Borges (1899-1986) sabía que al crear simbólicamente laberintos y jardines de senderos bifurcándose, sólo era para mostrar otros tipos de puertas y ventanas a la vida y al Conocimiento. Cuando se pierde la vista, se agudiza la memoria: madre de los otros cinco sentidos (intuición). Cuando se pierde la Libertad, se extiende -como espada- nuestra mano y nuestra pluma.
Aprovechar el Tiempo (sabia virtud) en época de infortunio dirigiéndose a un Dios, a los libros o al interior de uno mismo, es un útil recurso. Esto sería poner en práctica el carpe diem y aquello de Todo es presente, dictado por San Agustín.
El Pasado sería, entonces, un tiempo muerto y el Futuro, irremediablemente, algo inexistente.
Bibliográfia
Estrada, Michel, Fray Servando Teresa de Mier, México, PLANETA De AGOSTINI, 2002.
De la Cruz, Sor Juana Inés, Obras Completas, México, SEPAN CUANTOS, 2004.
Cellini, Benvenuto, Vida de Benvenuto Cellini florentino escrita por el mismo Ed. Centauro 1944.
Critchley, Simon, El libro de los filósofos muertos, México, TAURUS, 2009.
Historia de la Filosofía. Filosofía del Renacimiento, México, Siglo XXI Editores, 1982.
Rawls, John, Teoría de la Justicia, México, F.C.E., 1995.
Wilde, Oscar, Obras Completas. Ejemplar público.
Wilde, Oscar, Ensayos y artículos, Barcelona, ORBIS, 1986.
1 Estrada, Fray Servando Teresa de Mier, p. 27.
2 Ibíd. p. 30.
3 Sor Juana Inés de la Cruz, Obras Completas, pp. 837-838.
4 Filosofía del Renacimiento pp. 249-250-255.
* En la antigüedad les llamaban enfermedades invisibles a las enfermedades psíquicas.
5 Ibíd. pp. 255-256.
6 Wilde, Oscar, Obras Completas, p. XXIV.
7 Rawls, John, Teoría de la Justicia, p. 104.
8 Wilde, Oscar, Artículos y ensayos, p. 223.
9 Vida de Benvenuto Cellini florentino escrita por el mismo Ed. Centauro 1944, p. 240. Cellini llamaba a la celda donde estaba preso Sammalo, pero en realidad se llamaba de San Marocco por una imagen del Santo que ahí había.
10 Ibid. pp. 232-233.
11 Filosofía del renacimiento, p. 186.
12 Critchley, El libro de los filósofos muertos, p. 52