José David Lara González
Departamento Universitario para el Desarrollo Sustentable
Instituto de Ciencias. B. Universidad Autónoma de Puebla. México.
jlaragonzlez@yahoo.com
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CienciaCierta #37, Enero-Marzo 2014
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Desde hace décadas la televisión (TV) ha estado presente en México y ha ido acrecentando la importancia del papel que desempeña en la sociedad mexicana. De hecho, alrededor del mundo la televisión es hoy por hoy un poder y uno de los más fuertes. México no es la excepción, siendo que es una minoría la población la que no la ve o no es afecta a ella. La televisión a nivel local y global es decir glocal, ha impactado tan formidablemente a las sociedades y a los individuos que por fuerza ha participado en la modificación de los estilos y calidades de vida de muchos millones de personas.
Con base en la observación científica del “fenómeno televisivo” tanto como de los múltiples estudios acerca del mismo, se denotan cualidades muy especiales de la televisión. Hay toda una línea de estudiosos y demás, que le estiman propiedades muy buenas a la televisión; igualmente hay otra línea de trabajo que le atribuye una naturaleza profundamente negativa que estima que los beneficios que se pueden extraer de la TV no logran empatar ni menos superar a las consecuencias malas que trae y promueve.
Hoy en nuestro medio mexicano se habla del dúopolio televisa-tv azteca. Dicho dúopolio se ha fortalecido tanto que si en otros tiempos era el gobierno el que imponía sus condiciones a las televisoras, ahora son las televisoras las que imponen condiciones al gobierno mexicano, sea local, regional o nacional: tal es su poderío capitalista actual.

Fuente: http://jenarovillamil.wordpress.com/2011/08/04/canales-espejo-concentracion-tambien-a-favor-de-televisa-y-tv-azteca/
La TV mexicana se alimenta de la población a la vez que la explota negativamente; población de la que no depende, ya que es la población la que depende de la TV dada su potencia (y prepotencia), que llega a ser tan enérgica que ha logrado incidir en las leyes mexicanas con un estatuto a modo que favorece su actividad monopólica-hegemónica (denominado popularmente “Ley Televisa”). Ahora la TV en México (igual que en otros países) es un abrumador poder fáctico. Así, dentro de la fenomenología socioambiental que instaura la problemática mexicana reinante, la TV, desde una perspectiva general, en lugar de ser un aliado de la población para ir atacando los problemas que le aquejan se ha levantado como un enemigo para su superación.
Es probable que su punto negativo más reconocido sea la enorme pobreza de su programación. De hecho la programación de la TV en México es de baja o muy baja calidad y esto sin importar si nos referimos a la TV “abierta”, es decir, por la que no se paga una cuota económica periódica o aquella bajo contrato de pago. La que se paga es de baja calidad pero la no pagada es todavía peor (si esto es posible). Ambas formas de TV están dadas en la explotación de la violencia en todas sus expresiones y dimensiones (donde entra la sexual), de tal suerte que el televidente puede terminar siendo un experto en matar, torturar y destruir todo, hasta a sí mismo. Llega a instalar a la violencia como el modo de enfrentar y “remediar” los problemas o simplemente como una manera de “diversión-entretenimiento”. En no pocas ocasiones el héroe culmina siéndolo a razón de haber sido el más violento, el más letal y despiadado, habiendo en un solo capítulo o en una sola película o “caso” logrado, exterminar (quizás también sin la ayuda de nadie) a muchos enemigos, y finalmente devastando el lugar en el que se da la contienda.
Esto sucede tanto en “programación apta para todo público” como en la que se supone dirigida a los adultos. El “gusto” por la sangre, el dolor-crueldad y la destrucción no tiene que ser limitado a ningún grupo poblacional según los “Señores de la TV”. Es más, la programación destinada al público infantil está plagada de ultraviolencia donde, por ejemplo, en series de animación parecería ser que la violencia es el único modo de “hacer” las cosas: no es noticia que la TV para niños es más violenta que las demás.
Junto a la violencia manifiesta a cada instante podemos encontrar la vulgaridad que otros prefieren anotar como mal gusto. Gran parte de la programación, indistintamente del supuesto grupo poblacional al que se dirija, acude muy frecuentemente a exponer escenas y situaciones que atentan contra, digamos, un gusto sano, moral-ético. Verbigracia: se muestra profusos actos de humillación no sólo humana sino de animales. Se alcanza el exceso de no solamente mostrar escenas de dolor, sino que mediante animación (hasta “3D”) “se nos explica” con supuestos visos “científicos” cómo está sufriendo la persona, se muestra ahí cómo se le trituran los huesos, cómo se le desgarran los tejidos, cómo puede estarse ahogando con su propia sangre o cómo le estalla un órgano; hay programas que presentan únicamente muchas formas de morir. Otro atroz ejemplo del mal gusto-vulgaridad de la programación es presentarnos peleas brutales entre personas o animales o entre personas y animales, al modo antiguo del famoso Circo Romano; reales o fingidas pero “vendidas” como reales.
Productos de la televisión mexicana
El “producto” principal y más famoso de la TV mexicana son las telenovelas que ahora son una industria y “de exportación”. La telenovela mexicana tiene su importancia y ha sido bastante estudiada. Infortunadamente reviste más características negativas para la sociedad y los individuos que las poquísimas positivas que se le pudieran determinar, acaso carezca de ellas. Así, tal “producto de exportación” mexicano tiene las propiedades de un material contaminante: estamos contaminando otros países. Otros “productos” de la TV mexicana son los noticieros, programas “cómicos”, los de “entretenimiento” (incluyendo “musicales” y de “concursos”), de “sobremesa”, los de “opinión”, los shows “parlantes” y “reales” (o realistas, ¿?), los de chismes, los de cocina, la barra deportiva (que se reduce casi al omnipresente futbol), los inefables “infomerciales”, los de charlatanería (cosas de extraterrestres, brujería, fantasmas, astrología, sanaciones mágicas y “milagrosas”, esotería), los de relleno donde alojan películas nacionales (y extranjeras) repetidas al infinito ad nauseam. El común denominador de ellos es su bajísima calidad y en más de un sentido. En contraparte y pese a que cueste creerlo, se atreven a otorgarse premios cíclicos a “lo mejor” de la “producción” televisiva “nacional” dejando ver que para ellos no existe la autocrítica sino el auto halago complaciente.

Fuente: http://rullinaticasworld.blogspot.mx/2013/11/sebastian-rulli-como-alejandro-almonte.html
Hay voces importantes que señalan que la TV “abierta” carece de programación y no es otra cosa más que el espacio-tiempo destinado a la publicidad para llevar a las personas más allá del consumo, o sea, al hiperconsumo. A lo que le suman ser el vehículo “perfecto” del aleccionamiento más directo para hacer de las personas y de la sociedad mexicana un conjunto de adictos al sensacionalismo banal, al inmediatismo más facilista y al asistencialismo extremo que hace de voluminosos y numerosos grupos poblacionales unos menesterosos que llegan a ser verdaderos miserables y no sólo en términos de lo económico sino de la peor miseria que es la desnuda miseria humana, la miseria emocional, intelectual y la del espíritu.
Asimismo se ha señalado que la TV en México cumple muy bien con su papel de mantener a la población en los niveles de ignorancia e indefensión que el sistema del poder requiere e impone por la fuerza misma, apoyada linealmente por los gobiernos que a su vez dependen de las veleidades de las televisoras siendo que hay miembros del gobierno y del “mundo de la política” que son parte de las propias televisoras y viceversa. Pero puede que más rudo que esto sea el problema que significa la TV en México como —y al paralelo de lo ya comentado—, el medio más efectivo que tiene y ha tenido el sistema del poder dominador para hacer una palpable y muy dolorosa realidad: el proyecto de estupidización de la población que va a más de generar y mantener la ignorancia y la pobreza material de la gran “masa” poblacional mexicana, para terminar recreando la pobreza inmaterial que nos conduce a hacer de nosotros individuos desligados del resto de la sociedad ya sin conciencia.
Por nosotros y nuestros hijos, por las generaciones futuras, sería mejor pensarnos muy bien lo que la TV es, y dados sus resultados, que no son precisamente positivos, en lo que de naturaleza nos queda dentro de cada una de nuestras personas y en lo humano de que dotamos a la naturaleza por el metabolismo ambiental seres humanos-medio exterior. Invitamos a la gente a un acto sencillo pero espectacular: apagar la televisión y encender una buena lectura que alimente nuestra alma y conciencia, conocimiento y saber, sueños e imaginación-fantasía liberadores para reinventarnos (en) el arte de vivir y amar.
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CienciaCierta #37, Enero-Marzo 2014
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Bibliografía
Arboccó, M. y J. O’Brien. (2012). Impacto de la “televisión basura” en la mente y la conducta de niños y adolescentes. Lima: Universidad Femenina del Sagrado Corazón. Avances en Psicología. Vol. 20. No. 2.
Roitman, M. (2003). El pensamiento sistémico. Los orígenes del social-conformismo. México: Siglo XXI.
Sartori, G. (2007). Homo videns. La sociedad teledirigida. España: Punto de Lectura.
Solis, B. y colaboradores. (2007). La violencia ¿Entretenimiento infantil? Presencia de la violencia en la programación infantil de caricaturas. México: UAM-AMEDI.
Villamil, J. (2010). El sexenio de Televisa. México: Grijalbo.